martes, 29 de noviembre de 2016

CRÓNICA DE UNA DERROTA ANUNCIADA

Después de meses sin publicar entradas, ha llegado el momento de retomar el blog...

             El día en el que iban a ser derrotados, los alumnos de segundo de bachillerato se levantaron a las 8.30 de la mañana para esperar el momento en el que salir de casa. Habían soñado que atravesaban un campo de fútbol donde se sentían los cálidos rayos del sol, y por un instante fueron felices en el sueño, pero al despertar se sintieron por completo salpicados de cagada de pájaros. «Siempre soñaban con goles y fueras de juego», me dijo una profesora, evocando años después los pormenores de aquel viernes ingrato. «La semana anterior uno había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre las gradas del nuevo polideportivo», me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos sueños de sus alumnos, ni en los otros sueños con porterías y balones que otros le habían contado en las mañanas que precedieron a la derrota.

         Tampoco los propios alumnos reconocieron el presagio. Habían dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertaron con dolor de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y lo interpretaron como estragos naturales de la parranda en Bernardas que se había prolongado hasta después de la medianoche anterior. Más aún: las muchas personas que encontraron desde que salieron de sus casas hasta que fueron derrotados sin piedad pasado el mediodía, los recordaban un poco somnolientos pero de buen humor, y a todos les iban comentando de un modo casual que era un día muy frío. Nadie estaba seguro de si se referían al estado del tiempo. Muchos coincidían en el recuerdo de que era una mañana soleada con el típico frío norteño que llegaba a través de los campos de trigo, como era de pensar que lo fuera en un buen noviembre de aquella época. Pero la mayoría estaba de acuerdo en que era un tiempo fúnebre, a pesar del cielo despejado, y que en el instante de la humillación estaba brillando un sol otoñal, como el que habían visto los alumnos en el campo de fútbol de aquellos sueños.
 

Ésta es la crónica de una derrota anunciada. Cuatro a tres. Mágico, como el realismo de García Márquez.